Texto: José Luis Martínez publicado en el periódico 717 (año 2011) de Línea Local (ahora Infolínea Alhama), en el espacio llamado «Mirando atrás». Fotografías: La Gonzala
«Para hablar de la Candelaria, según datos de archivos, tendríamos que remontarnos 400 años atrás. Estos datos están sacados de documentos del archivo de la iglesia de San Lázaro Obispo, allí se dice que a finales del siglo XVII, año 1678, hubo unos ingresos y unos pagos que efectuó la iglesia para cera de la fiesta de la Candelaria. No se habla de romería en ningún momento, eran más bien fechas laicas.
Más tarde, hacia 1840, aparecen unas actas capitulares en el Ayuntamiento en las que ponen que hay un presupuesto y una partida para cera y la banda municipal de acompañamiento en la iglesia, pero tampoco se habla de romería o procesión.
Sobre 1850, Filomena López Cayuela se encarga de donar una tarta para la Candelaria y lo que le rentaba el bancal con el nombre de la tarta era para pagar los gastos de la cera de la iglesia, monaguillos, sacerdotes, etc. Este bancal se hallaba en el paraje Las Ramblillas, pago de la Ceña. Esta tradición, la de la tarta, se dejo de hacer hacía mediados del siglo XX.
En la segunda década del siglo XX, la gente ya iba en romería al paraje denominado el Collao a merendar. Lo típico era llevar para comer o merendar tortilla de patatas, conejo frito, garbanzos torraos, torta de llanda, naranjas, vino, habas, etc.
En la década de los años 30 se sacó una copla o murga referente a ese día que dice así:
«El día de la Candelaria, fuimos de gira mi primo Alejo, para merendar llevaban tortilla y magra con un conejo; se sentaron debajo de los pinos y empezaron a beber buen vino; entre trago y trago se siente Alejo valiente, y el conejo lo miraba, con ganas de hincarle el diente, su novia lo comprendió y le dijo con salero, que el conejo no se toca, que es para Jueves Lardero”.
Por los años 75/76, un grupo de jóvenes, capitaneados por María romera La Gonzala y sus hijas, y animados por el sacerdote Cristóbal Guerrero, salieron a pedir casa por casa para poder comprar una imagen de la Candelaria y para poder hacer una ermita para dicha imagen, y el pueblo respondió con donativos, losas, cemento, ladrillos, tejas, etc. Y así, en 1978 se comenzó a construir la ermita que hay en la actualidad, y se compró la imagen de la Virgen.
La Virgen que en esta primera época se subía a El Collao estaba en la parroquia de San Lázaro, pero el cura párroco decía que no se podía quedar en la ermita, porque la familia la regaló para que estuviera en la misma. La nueva imagen de la virgen se encargó al pueblo de Olot (Barcelona) y es de escayola. La nueva ermita quedó terminada en el año 1981, todo a base de donativos de los alhameños. También hubo quien regaló imágenes de santos pequeños.
Simón López Sevilla pintó, en lo que sería el altar del retablo mayor, dos fresco con motivos alegóricos a la Virgen, esto fue a principios de la década de los 80.
María la Gonzala siempre estaba al frente, junto con sus hijos y un grupo numerosos de amigos que apoyaba esta fiesta y hacían todo lo posible para que no decayera. A este grupo de amigos que llevaban el trono se le comenzó a llamar candelarios y se les identificaba con unos pañuelos azules que hizo María.
Como el trono donde se subía y bajaba a la Virgen era prestado, a principios de los años 90 se pensó en hacer un trono que fuera para la hermandad. Como según la Biblia decía: «el niño al nacer tenía que ser presentado a los 40 días en el templo», se tomó, a comienzos de los años 80, la costumbre de bajar a la Virgen de su ermita el día de Navidad hasta la parroquia de la Concepción, donde permanecía esos 40 días. Al día siguiente, día de la Candelaria, iría a la parroquia de San Lázaro donde se ofrecen los niños que han nacido durante el año al Señor. En esta misa se ofrecen a todas las madres una candela, símbolo de la luz, para que las madres alumbren a sus hijos durante su vida. Ya a comienzos de la década del año 2000, una persona anónima donó el retablo de pan de oro para el Altar Mayor.
Con el paso del tiempo la ermita fue mejorando, se hizo un campanario, se compraron bancos, se encementó la placeta, se plantaron árboles, se asfaltó el camino, todo esto gracias a María y sus hijos, ayudados por los candelarios.
Como casi todos los terrenos que rodeaban al ermita eran particulares y había poco sitio, María siempre estaba con la idea de que faltaba espacio y en varias conversaciones con el ayuntamiento para que adquirieran algún terreno o alguna finca, el sueño de María y la hermandad se hizo realidad a finales del año 2010, el Ayuntamiento adquirió una finca lindera a la ermita para ampliar los terrenos y que la gente tenga un sitio cómodo donde estar, hasta incluso subir en coche. María murió hace unos pocos años, pero Fina su hija hace de cabeza de esta hermandad amparada por la Virgen de la Candelaria».