Por José Baños Serrano
El próximo mes de noviembre se cumplirán 150 años de la inauguración y bendición de la Iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores de la pedanía alhameña de El Berro. Los trabajos de construcción de la Ermita en terrenos cedidos por el Ayuntamiento de Alhama, debieron comenzar con gran impulso e intensidad participando dos maestros alarifes con sus tajos correspondientes: el de Matías Martínez y el de Juan González, a los que se les abonaron 715 reales. A esta cantidad hubo que sumarle los 560 reales que se le pagaron a Antonio Castillo por treinta y una carretadas y cuarta de yeso, otros ciento noventa reales pagados a Francisco Hernández por mil trescientas sesenta tejas que había traído de Pliego y 16 reales a Miguel Muñoz por los haces de cañas para las techumbres. Otros gastos de cerrajeros, carpinteros y de materiales sumaron un total de 1.826 reales de vellón, algo más de lo que se había recaudado de limosnas de los vecinos, tanto de dinero en metálico como de las ventas de trigo, cebada, higos, etc. resultando un déficit de 112 reales que fueron suplidos por el cura D. Antonio Cerón Cayuela.
Finalmente, con fecha de 8 de noviembre de 1868, el cura de Alhama D. Mariano José Mena y García le pedía permiso al Obispo para realizar la bendición del “referido Santuario que se va a dedicar a Ntra. Sra. De los Dolores en El Berro”. El cura encargado de la bendición sería D. Antonio Cerón Cayuela y ésta se llevó a cabo el día 15 de noviembre de 1868, no sin antes realizar una inspección pericial de la obra acompañado del maestro alarife, Antonio Rosendo González Talavera que, tras la visita, la declaró “útil y dispuesta para la bendición”. Ésta tuvo lugar en el transcurso de una misa solemne y con la asistencia de todos los vecinos de El Berro y de otros pueblos cercanos.
La campana llegaría unos años después y se bendijo el 13 de septiembre de 1870 por el cura Mariano José Mena, a la cual se le impuso el nombre de María de los Dolores, siendo sus padrinos D. Manuel Daza Gómez y su hermana Carmen.
En octubre de 1884 se hizo una solicitud por los vecinos del Berro sobre la necesidad de una Adyutriz cuyo servicio espiritual acogería a los vecinos de Gebas y de El Berro. Esta petición sería aprobada en 1885, concedida por Real Orden de 18 de mayo de ese año y ordenando la creación de una Adyutriz o Iglesia filial en El Berro dependiente de la de Alhama con la demarcación correspondiente. Todo ello implicaba la existencia de una casa para el coadjutor junto a la Iglesia y la construcción de un cementerio, ambos proyectos ejecutados con la autorización del Obispo de la Diócesis D. Tomás Bryan Livermore, llevando a cabo al inauguración solemne el día 27 de junio de 1885 cuando se bendijo la pila bautismal siendo sacristán D. Antonio Montalbán Lorente y se hizo el primer bautizo de la niña Catalina María de los Dolores, hija de Miguel Noguera Muñoz y de Josefa Caba Ruiz, que había nacido el día 24 a las cuatro de la mañana.
Al día siguiente, el día 28 de junio, a las 7 de la mañana y tras la primera misa se realizaba la bendición solemne del cementerio parroquial conforme al ritual romano con la asistencia de todo el pueblo en procesión solemne por las calles y casas haciendo paradas en altares preparados al efecto hasta la Iglesia con el coadjutor encargado D. Fernando Lucas Heredia.
En la segunda mitad del siglo XIX, con esta inauguración en 1885 del Cementerio y la pila bautismal de la Iglesia construida en 1868, quedaba organizada la religiosidad de esta gran demarcación de las pedanías altas de Sierra Espuña de Alhama de Murcia que tenía como centro El Berro,
La imagen actual que se venera en la Iglesia, que había sustituido a una imagen llamada de “bulto” registrada en el inventario de 1875 de Nuestra Señora de los Dolores, es del escultor oriolano Gregorio Molera Torá (1892-1968) que realizó en el año 1951 y que continúa siendo la referencia religiosa de las fiestas. El excelente trabajo del escultor se enmarca en la tradición imaginera del barroco murciano que seguirían todos los escultores de la región a partir de los primeros años cuarenta.
Conocer el pasado nos ayuda a valorarlo y a conservarlo, estimándolo como señas de identidad propios que han ido pasando a través de varias generaciones de berreños desde hace 150 años y, que han formado parte de su historia y de sus vidas.