El domingo 13, Sendalhama se fue lejos de nuestros límites para recorrer “Cieza en flor. A la vera del Segura. Ruta por campos de Cieza y la orilla del Río”. Fue una ruta de 11,4 kilómetros con un desnivel absoluto de 55 m. y positivo de 90 m. de unas 4 horas de duración con dificultad baja.
Desde el profundo meandro sobre el que antaño se asentaron los pobladores de La Parra, arrancaron los senderistas hacia el caserío del Horno. Al ganar un poco de altura contemplaron un vasto paisaje de río, acequias y montañas, de cultivos y bosque, y comprobaron cómo las gentes del lugar se esfuerzan por rescatar y conservar su acervo cultural. Después sus pasos enfilaron hacia la mismísima orilla del río Segura, no sin antes cruzar la ancha acequia del Salto del Progreso. Entonces fue cuando descubrieron cuán bello es el Segura a poco de que se le cuide bien. Remontaron el río un trecho, justo hasta el azud de Hoya García. Mientras unos almorzaban entre sus frondosos álamos, otros lo visitaron para conocer sus instalaciones.
Deshaciendo los pasos volvieron a cruzar la acequia del Progreso para adentrarse en el Soto de la Zarzuela, una elevada planicie bajo la cual el río formó otro gran meandro y sobre la que en los años 50 del siglo pasado se construyó una escuela rural y más tarde, ya entrados los 70, se realizó la conversión de cultivos de cereal al de los frutales que hoy adornan la floración. Tras atravesar las casas del Moro volvieron al cauce del río, aquí llamado Muerto, pasaron junto a una minicentral y se acercaron a los azudes de los Chorros. Allí conocieron una de las obras de recuperación de la fauna autóctona del río, una escala para peces migradores, es decir, peces que como los salmones en los ríos noruegos, remontan sus aguas para desovar. Es el caso del barbo gitano, un pez endémico de los ríos del sur de la Península Ibérica.
Santiago Delgado escribió que “la floración de Cieza es un regalo que hace el invierno a la mirada nuestra”. Y aunque muy alterado, este extraño invierno no ha faltado a su cita floral haciendo que los campos de este tramo de la vega del Segura se colmen de todo un festival de colores. Melocotoneros, albaricoqueros, nectarinos, ciruelos e incluso almendros son los principales responsables. Aunque ya avanzada la floración, el encuentro fue espectacular.
Lo disfrutaron durante el recorrido de aproximación al inicio de la ruta en el paraje de La Parra, y fue una constante durante el paso por lugares como el Horno, Soto de la Zarzuela, el Moro o el río Muerto.
Naturaleza, historia, cultivos, obras hidráulicas, energía eléctrica…, muchos elementos que confluyen en una de las zonas más fértiles de la cuenca del Segura. Y es que millones de años de depósitos de arcillas, limos y arenas por el pausado discurrir de sus aguas, más la regulación de sus caudales mediante ancestrales azudes y acequias, mantienen las condiciones adecuadas para que sus márgenes escondan magníficos sotos naturales de vegetación de ribera y hagan posible el desarrollo de una rica agricultura, que los participantes de esta actividad disfrutaron gracias a la Concejalía de Medio ambiente del Ayuntamiento de Alhama.
Fotos: FCM, CMG.