La Pedanía de Gebas acoge en su ámbito territorial una de las zonas de mayor diversidad ambiental de Alhama de Murcia, al pie de Sierra Espuña, donde se ha conservado, a lo largo del tiempo, gran parte de la esencia rural de sus caseríos y de su paisaje cultural, salpicado de numerosos asentamientos desde la prehistoria.
Hace unos días teníamos conocimiento de un trabajo sobre itinerarios, sendas, y otros recursos que muestran un paisaje humanizado, un paisaje comunicado entre sus diferentes y diversos recursos, entre ellos, los compartidos con la cercana Sierra Espuña y con el valle del Guadalentín, los manantiales de agua, su flora y fauna característica de la zona, las tierras cultivadas con cereales y almendros, etc., todo lo cual ha generado ese excepcional paisaje contrastado de bosque y de suelos margosos en la zona de los barrancos, junto a las zonas de huerta generadas a partir del cauce de la Rambla de Algeciras y, una serie de manantiales, sobre los que se han desarrollado obras hidráulicas para su aprovechamiento. No olvidemos, que la intensa ocupación histórica de la zona, ha tenido como fundamento el intercambio de recursos y las comunicaciones entre la sierra y el valle, teniendo como base la vía natural de la Rambla de Algeciras.
A 6 Km. de Alhama, en la margen derecha de la rambla de Algeciras, paraje de El Murtal, se encontraba el antiguo manantial de la Atalaya, situado a unos 239 m. sobre el nivel del mar, a la que únicamente se podía acceder a pie, tras hora y media de camino. Sus aguas, que brotaban entre margocalizas terciarias, eran de mineralización fuerte (4568 mg/L de residuo seco) y facies sulfatada sódica; Destaca el carácter hipotermal de la surgencia con una temperatura de 25´6º C correspondientes a las llamadas Aguas Frías, y por el gas sulfhídrico que contenían pertenecen a las sulfurosas y, por el resto, de su composición son bicarbonatadas alcalinas frías. Se comenzó a utilizar en el Balneario entre los años 1875-76, siendo muy elogiado el manantial por el médico D. Francisco Chinchilla como de los más importantes de la Península.
Sus aguas claras y transparentes al brotar por el vértice de un esquisto arcilloso, en el tortuoso y abrupto cauce de la rambla, se ponen opalinas al contacto con el aire y dejaban un depósito amarillento y negruzco, de la materia orgánica que llevan, deslizándose hasta detenerse escasamente en un charco, en el que se recogían varias horas después en cántaros, bombonas y botellas para su uso en el establecimiento de baños en bebida, baños en general o pulverizaciones, solas o junto a las termales; se enturbiaban al contacto con el aire, de inconfundible olor desagradable a huevos podridos por el ácido sulfhídrico y un sabor propio de las aguas sulfurosas, eran transportadas al balneario para usarlas allí en bebida. Al no disponer de las medidas de captación y transporte necesarias, sufrían cierta descomposición en sus elementos mineralizadores e incluso, en épocas de lluvias, el agua cubría la fuente, estando varios días sin poder servir al Balneario. Los médicos directores del balneario solicitaron, desde la aparición del manantial en 1875, realizar obras de captación a través de una corta galería que, además de recoger algún punto más de surgencia, evitara el contacto y desaparición del manantial con el agua de la rambla en época de lluvias, obras que en los años de 1892 todavía no se habían llevado a cabo.
Se utilizaban en bebida con gran repugnancia por el olor a huevos podridos y sabor salado, estimulando el apetito y facilitando la digestión, con acción en el aparato circulatorio, respiratorio y urinario, o en el baño general o pulverizaciones, con efectos de sensación de frescura en la mucosa bronquial y faríngea, ya solas o ya asociadas a las termales, que era lo más frecuente con resultados especialmente importantes en todo tipo de dermatosis y las de carácter escrofuloso y herpético, de cuyos excelentes resultados nos han dado noticias muchos vecinos que las utilizaban de manera particular por sus conocidas virtudes curativas.
Las aguas del manantial de la Atalaya ofrecían excelentes resultados en bebida y en baño, junto a las del manantial del baño del Balneario, en el tratamiento de las distintas afecciones de la piel, manifestaciones herpéticas, dermatosis, prurito, sarna, amigdalitis, oftalmias, entre otras.
Este agua se trasladaba al balneario en cargas, a través de mulas, con un importe de dos pesetas cada una de ellas, precios que se mantuvieron en lo década de los años veinte, observándose un paulatino descenso de su uso en los últimos años treinta, seguramente coincidiendo con el ocaso del balneario.
Existe un peligro potencial en cuanto a su conservación, ya que se trata de una surgencia sin obra alguna que pueda recoger sus aguas, situada en la cola del embalse de la rambla de Algeciras, por lo que quedaba cubierta por sus aguas en los años lluviosos y en la actualidad por las aguas de la presa.
JOSÉ BAÑOS SERRANO
1.- Recreación del poblado fortificado del Murtal. Siglos VII-V a. C. Ilustraciones de Pedro Hurtado publicadas en el libro de Historia Ilustrada de Alhama.
3.- Fuente de la Atalaya, situada en el impresionante paraje de la Rambla de Algeciras constituida por margas terciarias diseccionadas por cursos temporales de aguas.
Foto: Ascensión Guillermo.